sábado, 3 de marzo de 2012

LA ETERNIDAD. El entendimiento de las cosas, el por qué y lo no comprendido es un proceso que se va desarrollando a lo largo de nuestras vidas. Cuando fuimos niños, sólo teníamos como preocupación los estudios, exámenes y una que otra travesura salvando los castigos en la casa y en el colegio. En la medida que crecemos, son muchas las interrogantes que se nos presentan, el descubrir una serie de factores que nos diferencian hace posible el comienzo de cuestionamientos que nos hicimos. El devenir de cada uno es diferente; Las sorpresas, es así como denominamos lo inesperado, unas veces agradables, otras no tanto nos hacen reflexionar, y de allí en adelante esas reflexiones van a formar parte de la rutina. Sin embargo, alcanzada la tercera edad es cuando regresamos a revisar con seriedad aquellos conceptos que una vez fueron distantes pero que ahora se aproximan más a un real fenecimiento. Cuán importante entonces resulta el estudio de la Tora, de cuya inspiración se logra alcanzar niveles de entendimiento y facilitadores del esclarecimiento, que bien pudieron desviar nuestra atención de la verdad en el transcurso de la vida. Antoine Laurent Lavosier, afirmó que en la naturaleza, nada se crea ni se destruye, todo se transforma. Albert Einstein llega a establecer que la energía es una función de la masa y la velocidad de la luz(E=m.c2). El ciclo de una existencia es finito, por lo tanto el tiempo es una variable indispensable para comprender la significación de la efímera pasantía que hacemos por la vida. Entendiendo que todos estos pensamientos nos provocan detenernos y reflexionar, es cuando tiene importancia concientizarnos sobre el límite de las ejecutorias. Es loable tener aspiraciones más allá de las limitaciones que por edad o por recursos se tenga, sin embargo, al tener la real dimensión de los factores que intervienen sobre el uso y disfrute de las posesiones, surge entonces el concepto infranqueable de límite. La madurez es una condición natural que se va adquiriendo alcanzada una edad suficiente como para entender muchas de las interrogantes planteadas en la existencia, nuestra capacidad de razonamiento se expresa a través de nuestra actitud y recapacitación ante extralimitaciones en años anteriores y que marcan serias cicatrices muchas veces difíciles de borrar. De allí apreciamos una serenidad en la toma de decisiones y un mayor disfrute de la trascendencia y esencia de las cosas. La pregunta más repetida en nuestras mentes llegado a esa madurez, se refiere al concepto etéreo de qué hay después. Mentes privilegiadas de la ciencia pudieron establecer en fórmulas los conceptos de límite, tendencias al infinito y de la energía. Teólogos de la religión monoteísta judía, nuestros sabios, interpretan sabiamente la ley escrita y oral. De allí se desprende una vez más nuestra ineludible obligación de conceder el beneficio de la fe, y como han expresado innumerables estudiosos del Talmud, si no hay fe no hay nada de qué hablar. Procedamos conforme a los principios y valores que nos acreditan como JUDÍOS, con un tiempo limitado de existencia y un trance feliz a “LA ETERNIDAD” Max Sihman Max.sihman@gmail.com

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